jueves, 22 de febrero de 2007

Necesidad.

Un día por puro impulso mientras veía la televisión se hurgó el ombligo con el dedo, sacando de allí todo un ecosistema de cochinadas: desde pelusa de cobija, una costra verdusca, una goma amarillenta que por poco le habla, y fue en ese momento mientras se contemplaba la punta del dedo que recordó que llevaba más de un mes sin bañarse.

Platos rotos.

El punto convergente del noviazgo era la gama de golosinas que ambos habían probado. Era por ello que los dos tenían sus motes cariñosos entre sí. Por ejemplo él le decía a ella bombón, y ella le respondía con “mi turroncito”. En cada aniversario aprovechaban para regalarse finos chocolates. Ya en la luna de miel utilizaron para aderezar sus engolosinadas noches leche condensada, marsmelos, y crema chantilly. Pero su primer hijo fue quien pagó los platos rotos de tan extrema dieta. Se le diagnosticó diabetes infantil.

Ego supremo.

La puerta estaba aún moviéndose; había sido él último en cruzarla, dejaba tras de sí la Academia de música. Tenía el rostro desencajado y el culo metafóricamente adolorido.
Cargaba en su hombro la guitarra eléctrica. En una mano el amplificador. En el bulto que cargaba traía las maracas, la flauta y la pandereta.
De pronto en un arrebato de orgullo se detuvo, y mirando atrás se dijo así mismo: “No importa lo que me hayan dicho, soy todo un músico, sólo que esa gentuza no sabe apreciar mi talento”.

La respuesta.

Según comentaban iba furibundo. Lo vieron subir las gradas a toda prisa, nadie se atrevió a preguntarle que haría con respecto a lo sucedido. Sin embargo a los segundos obtuvieron la respuesta y no porque él se las hubiera dicho, sino fue el estruendo de su cuerpo en el suelo.

A salvo.

No fue necesario parpadear dos veces para darse cuenta que aún estaba vivo.

El tratamiento efectivo.

En su vida de soltero padecía de insomnio. Tomaba para su mal pastillas relajantes, hasta que se casó y entonces ya no le era necesario contar muchas cabritas para quedarse dormido.


Oráculo.

El chorro de orines les reveló que era hora de comprar la cuna, los desechables y el primer biberón.

Hogar dulce hogar.

Respiró la tan afamada libertad pero casi se intoxica, entonces sin más que pensar hizo lo que tenía que hacer. Ahora está de vuelta en casa, a pesar que el la luz del sol dibuje en el suelo de su recamara sombras de barrotes.

Los ojos Cristóbal Colón.

“En definitiva, la tierra es cuadrada, por más que avance no veo un horizonte redondo”.

Desapercibido.

Dejábamos a abuelo largas horas en el desolado patio; nos limitábamos a alimentarlo, asearlo. Ya al anochecer lo llevábamos a la cama.
En el patio un domingo por la tarde emergió un árbol con arrugas. Mamá comenzó a tomar la siesta bajo su sombra.

La condena.

El crujiente eco de la mordida se esparció por todo el Edén, y su condena fue firmada de forma inmediata. Pero el peor castigo que Dios les impuso a Adán y Eva no fue la muerte, sino hacerles creer que esta en verdad existe.

Profanación.

Cuando el reloj marcó la una ningún esqueleto salió de la tumba, puesto que la noche anterior fueron saqueadas.

La última estación.

Duendes, hadas, unicornios, dragones, ángeles, demonios, héroes de sangrientas batallas, princesas por rescatar, bosques encantados, magos de largas barbas canosas, bolas de cristal, brujas que barnizan manzanas, profecías reveladas, el misterio de Fátima, el domingo de resurrección, el Rey Arturo, Sancho Panza, Quijote, planetas de vivos colores, la Atlántida, de pronto todo despareció, el porro quemaba la punta de sus dedos.

Persecución.

Mi moto no estaba en ley. Mis compañeros de trabajo me había advertido que la policía de tránsito estaba muy estricta. Poco me importó.
Un día que andaba en mi motocicleta –sin casco como solía conducir- escuché un ulular de sirena. Me asusté y me cegué, lo único que acaté hacer fue acelerar la motocicleta. La policía estaba tras de mí, sin duda. Por más rápido que iba el sonido del ulular me perseguía soplándome las orejas. De pronto un perro me salió al paso, me lo quité y esa maniobra me costó la vida, ya que impacté de plano contra un árbol. Según dicen el alma se mantiene en el cuerpo durantes unos minutos antes de abandonarlo, tiempo suficiente para percatarme que el ulular no era de la policía, sino de una ambulancia que iba de servicio y que tuvo que detenerse para socorrer con inútiles esfuerzos a un cadáver que se enfriaba a pocos al lado de la carretera.

Deseo cumplido.

Frotó la lámpara mágica, al salir el genio, el niño criado en el seno de una buena familia pidió como primer deseo que todos los delincuentes se murieran. Fue entonces que escuchó en el cuarto contiguo el desgarrador grito de su padre.

Hacedor de quimeras.

Estaba Lázaro muriendo –por segunda vez- y con ello padeciendo la agonía y cada una de sus manifestaciones, pero multiplicadas en intensidad en comparación a su primera muerte. Antes de dar el último suspiro se dio cuenta que él había sido la mayor ilusión de aquel hacedor de quimeras, que alguna vez creyó su amigo.

Las ventajas de ser un mentiroso.

Cuando Pinocho se casó con Blacanieves ella se enamoró de él por su cualidad de mentiroso y que rectificó en la noche de bodas.

Un mundo diferente.

En día en que le practicaron el transplante de corneas comenzó a ver el mundo de otra manera.

Piedras muy pesadas.

Se acercaron y traían con ellos a una mujer que sorprendieron en pleno acto de adulterio, entonces los hombres le dijeron a Jesús, quien estaba distraído dibujando en el suelo, que esa mujer según la ley de Moisés debía morir apedreada, pero Jesús, muy sabio él, les dijo que tirara la primera piedra aquel que estuviera libre de pecado. Todos dejaron caer las municiones que recolectaron y se fueron dispersando. Al encontrarse Jesús cara a cara con la mujer, se inclinó a tomar una de las piedras, pero cada una que tomó eran demasiados pesadas, entonces no tuvo más remedio que decirle a la mujer que él también la perdonarla.

Los extraños.

Luego de recorrer galaxias lejanas viajando a la velocidad de la luz, llegaron por fin a la tierra, y estando allí durante un par de horas, lo más terrícola que hallaron fue su presencia.

Superstición cumplida.

El día en que ella decidió desempolvar el atrapasueños que colgaba del techo, se dio cuenta que fue un error, ya que con el tiempo sus peores pesadillas se fueron concretando.

Retrato Zen.

Siempre buscó a Cristo, por ello intentó ser sacerdote pero lo aprendido en el seminario nunca lo llegó a convencer y decidió salirse. Sus padres a manera de sutil exilio le propusieron un viaje, y él escogió la India. De vuelta al cabo de un par de años, la sed por saber la verdad se acentuó. Una tarde tomó asiento en la banca del parque tratando de descansar de los pensamientos, y mientras se rascaba la cabeza un megáfono anunciaba un sistema de protección que decía así: “No busque más la solución está en su casa”, de pronto aquel anuncio le provocó rasurarse.
Mientras estaba afeitándose comprendió lo que decía el mensaje del megáfono. Al mirar al espejo, vio a Cristo en su máxima expresión.

Olor persistente.

Su marido entró con las primeras horas de la madrugada. Ella apenas abrió un ojo y sintió lástima de su esposo cuando se acostó a la par, porque a pesar de bañarse en colonia, lavar la camisa, y comer mentas, el olor a traición lo seguirían delatando.

El marido condescendiente.

Vendió la cama matrimonial y compró dos individuales, creyendo que así su mujer no le interrumpiría el sueño las veces que quisiera serle infiel.

Oportuna confesión.

Le confesó a su padre su homosexualidad, pero el hombre rompió en llanto ante el asombro del muchacho, tratando de enmascarar tras las lágrimas su culpabilidad, puesto que pudo haberlo evitado sí él años atrás hubiera tenido el mismo valor de su hijo.


Nota a la familia.

Siempre fue una nómada. El nuevo apartamento le parece un poco estrecho, aún así el jardín está muy bien decorado –demasiado en algunos recintos- y en la puerta principal trae inscritos su nombre y apellidos en una placa. Está seguro que ahí ninguno de los vecinos tocará a su puerta pidiéndole una taza de azúcar o una herramienta.
A su familia le envió una nota notificándole su nueva residencia, sin embargo el guarda del lugar le comunicó que una nota como la suya y en el estado en el que se encontraba, sólo la podrían leer en la sección de obituario del periódico.

Fetichista franqueable.

La mujer perfecta para él era todo un mito. Elaboró una lista con las principales características que debía tener, para su gusto, una mujer la cual seguía con rigurosidad.
Un día mientras esperaba un autobús la vio y desde momento supo que aquella mujer era la que hacía años andaba buscando. Todo lo tenía perfecto.
Durante meses se dedicó a espiarla y luego de ese tiempo creyó oportuno hablarle, así lo hizo y contrario a lo que creyó, la muchacha se comportó muy amablemente con él, al grado que salió varias veces más. En una de las citas él la llevó a un motel, antes entrar en la habitación se besaron como desquiciados, y muy quedito sin dejar de besarla, él aprovecho e introdujo una mano en medio de las piernas y la sintió pero poco le importó puesto que una verga erecta no estaba en su lista de fetiches.

Cuento perfecto.

Esto es un cuento redondo, sin duda alguna ¿o no?

No hay comentarios: