sábado, 4 de agosto de 2007

EGO SUPREMO


La puerta estaba aún moviéndose; había sido él último en cruzarla, dejaba tras de sí la Academia de música. Tenía el rostro desencajado y el culo metafóricamente adolorido.Cargaba en su hombro la guitarra eléctrica. En una mano el amplificador. En el bulto que cargaba traía las maracas, la flauta y la pandereta.De pronto en un arrebato de orgullo se detuvo, y mirando atrás se dijo así mismo: “No importa lo que me hayan dicho, soy todo un músico, sólo que esa gentuza no sabe apreciar mi talento”.