
Hasta que una mañana la noticia de su muerte sacudió los medios de prensa. Rivales políticos como periodistas querían saber el por qué de la súbita muerte, ya que el señor X era un hombre muy saludable. Para despejar dudas y malos entendidos la oficina forense invitó a una rueda de prensa en la que se revelaría el deceso del político.
Al afrontar el director de la Morgue la decena de micrófonos, minigrabadoras, celulares, cámaras, y flashes que flotaban frente a su rostro sólo se limitó a leer una hoja de varías líneas que decía que la muerte del señor X se debió básicamente a una severa peritonitis, que en cuestión de segundos envenenó el torrente sanguíneo. De modo que luego de terminada la conferencia de prensa, un murmullo generalizado tomó posesión de todos los presentes, y todos coincidían en que por fin la justicia terrenal se quedó corta ante la justicia divina.